Vale la redundancia

Creemos que lo invisible es la sombra del mirar. Pero quizás  todo esto sea el eco de lo vasto inmedible.

Hoy no.

Acariciando despiadadamente huesos pensares y momentos escurre imparable la vida. Miro hacia atrás impávido. Cuán equivocado estoy. Cuán ajeno me es no estarlo. De una vida honrada no se sale ileso. El mal menor  es la herida.

Hoy condeno a quienes dieron el permiso de destruir, el aval para linchar, el visto bueno para rematar. Hoy desconozco a mis vecinos Hoy desconozco mí país. Más no al que me educó en elegir soberanía, en defender derechos. Hoy es ira es vergüenza y miedo. Hoy el país arde en el cuerpo.

Preciso urgente atravesar el temor de ser un Otro para el otro. Resignar esa tranquilidad asfixiante en el encuentro con quienes siempre creí que prefieren un mundo de lo igual.  Este aburrimiento se alimenta del aliento de mi alma. ¿Acaso es posible no ser un Otro para uno mismo?  Cuando ejerzo el derecho existencial de develar mi propia alteridad, me sorprendo deseando. 

Un retazo ausente de mí se retuerce y hace eco en mi desconcierto. Una pregunta abierta como una herida

La gratitud inunda toda grieta incómoda todo resquicio de rencor. Una bocanada de virtud un momento para abrir el espacio para dar.